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El mandato de servir
Servir es el resultado final esperado de toda acción cívica y de toda actividad enmarcada en los rangos de la prestación del servicio por el cual no se espera retribución. Si las dos afirmaciones anteriores son aceptadas como ciertas, será necesario admitir que el servicio a los demás es un mandato para quien vive este tipo de compromiso en organizaciones de esta naturaleza. Este mandamiento está precedido por una voluntad, manifiesta y expresada, de continuidad en la búsqueda de perfección en el ideal de servicio que, de antemano, profesa quien ingresa a ellas, precisamente por su vocación de servir. Vocación, primero, mandamiento, luego, esta dinámica perfecciona la decisión del hombre o de la mujer en el compromiso con los demás. En otros términos, quien persevera en actividad cívica tiene que hallar en ella la vía para el cumplimiento, cada vez más desarrollado, de su afán de servicio y encontrar que amplía el marco del deber contraído con el servicio mismo. El acto voluntario del servir, se convierte, entonces, para quienes deciden pertenecer a organizaciones de servicio común y continuar en ellas, en un mandato claro. Y todo mandato es fácilmente aceptado cuando siento, dentro de mí, que, ese mandato, contribuye a apoyar mis ansias de incrementar la acción con la cual me he obligado voluntariamente.
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Al enemigo que huye, hacerle puente de plata.
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El servicio en organizaciones filantrópicas
Al respecto, escribimos en otra ocasión: "Todo ideal es un modelo con características utópicas. Los ideales son siempre puntos elevados de referencia que orientan la búsqueda de una meta razonablemente alcanzable. Notemos la palabra razonablemente. Lo hermoso, lo sublime de la utopía radica en no ser por entero alcanzable. Demos a la utopía, despreciada por el pragmatismo, nuestro sincero homenaje. Quizás el ideal no sea totalmente alcanzable, pero en el esfuerzo por llegar a él, el hombre crece, se desarrolla, adquiere dimensión plena". El ideal de servicio, resulta inagotable, porque ni se alcanza con un solo servicio, ni con la suma de cientos de miles de servicios. El objetivo, como base del ideal, es el faro luminoso que desde el puerto bueno, nos indica la ruta a seguir para llevar nuestra nave a buen arribo. El objetivo es, entonces, la guía de toda actividad grupal humana y por ello es preciso recurrir siempre a su consulta, para revisar, a su luz, la dirección de la acción a fin de no desviarse. El objetivo solo se alcanza mediante una actitud permanente que incita a un vivir en función del servicio. Esta disposición para el servicio conlleva una actitud de búsqueda también permanente, lo que lo hace inagotable. Sin embargo a veces se observan desviaciones: Se desvía del objetivo de servicio, el asociado que permanece en su club por los beneficios personales que le significan la asociación con hombres o mujeres con vínculos importantes. Se desvía del objetivo de servicio, el asociado que personaliza una obra social cuando podría tener la importancia del trabajo de muchos. Se desvía del objetivo de servicio, el asociado que usa la insignia de su organización para que le abra puertas y se le reciba y no para recibir y darse. Se desvía del objetivo de servicio, la organización que no aúna esfuerzos para actos de servicio más trascendentales y permanece en obras sociales repetitivas, duplicantes, no creciendo por incapacidad de atraer la solidaridad de otras organizaciones. Y se desvían porque “el ideal de servicio entraña un elemento trascendental: Darse. No servir para servirse".
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Al conducir un vehículo, ten en cuenta que los actos imprudentes de los otros, pueden ser equivocaciones. Igual que las tuyas.
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Servir es más grandioso que amar
En la actitud mental para el servicio en organizaciones que buscan sus ideales de “dar de sí, antes que pensar en sí”, la amistad es un medio afectivo para desde allí servir a quien no se conoce, a quien no se ama; para darse sin límite de raza, sexo o ideología, sin esperar reciprocidad, ni gratitud, ni ganancias, sin poseer a quien se sirve, ni causarle dependencia ni sobreprotegerlo, y aún sin conocerlo. Servir para ayudar a que otro ser humano o grupo o institución, encuentre el apoyo necesario para que crezca por sí mismo y se desarrolle, con gran respeto a su propia dignidad humana y a su propia libertad, es más hermoso que amar. Servir es más grandioso que amar.
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¿Ya has averiguado con los vecinos de tu apartamento, o con los de al lado de tu casa, si no tienen quejas de ti por los ruidos que haces en ella?
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Conclusión
Es preciso, entonces, que cada uno de los miembros de esas organizaciones reafirme ese ideal de servicio como meta transparente de sus vidas, de tal manera que al facilitar el crecimiento, la amplia visión y la proyección de sus acciones, ese ideal de servicio no se consuma ni se agote en la actividad puntal de su organización, sino que desde allí, con las dimensiones que el grupo sea capaz de alcanzar, con una mente abierta y generosa, pueda trascender más allá de los límites de la región, del país mismo, para hacer sentir que se proyecta, con su concepción de servicio, a una patria universal serena. Y esto es mucho más grandioso que amar. Sin embargo, cuando se sirve con amor, entonces, el servicio y el amor se potencializan de tal manera, que servir y amar se convierten en una sola razón vital de consecuencias humanas impredecibles, al confluir en el acto humano la fuerza de la acción reflexiva, voluntaria y libre con la pasión por lo que se hace, nacida del amor. Y, entonces, el amor en el servicio, ya no solo es lo más humano sino lo más sublime que puede realizar un hombre o una mujer. Por eso las organizaciones y personas dedicadas al servicio con amor, son como ruedas dentadas capaces de mover el mundo.
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Cuando trabajas a medio ritmo en tu empresa, porque crees que no te pagan lo que mereces, estás cerrando el camino de tus éxitos.
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Aunque a veces parecieran molestias
La ensordecedora sirena de la ambulancia que te despierta a media noche en su afán de llevar a un enfermo, porque te grita que todavía estás sano. La llamada en la noche que te hace tu hijo necesitado de ayuda, porque te hace sentir que todavía eres útil. La solicitud de apoyo exagerada que te entrega la persona que trabaja contigo, porque hay quien confía en que puedes ayudarle El problema tan grande que tienes en tu trabajo, porque te da la oportunidad de tomar grandes decisiones. La ofuscación de tu secretaria que te hace enrojecer, por los papeles que perdiste antes de la junta, porque en su angustia lees que aún hay quien se preocupe por tí y por tus cosas. La imprudencia de tu amigo que te visita sin avisar, porque compruebas que todavía tienes amigos. La llamada de atención de tu jefe por el error que cometiste, porque tienes un lugar de trabajo en una empresa, donde te dan oportunidad de mejorar. Las notas bajas que sacó tu hijo en el colegio, porque puedes acercarte un poco más él, con la paciencia y sabiduría del padre que protege y apoya. El raspón que se pegó tu niño en sus rodillas al caerse cuando jugaba contigo, por el momento de desborde de ternura que te hizo sentir en su dolor. El pobre hombre de la calle que te pide una limosna, porque te permite ver en él las grandes oportunidades que te ha brindado, a tí, la vida. El inválido que se cruza azarosamente en el semáforo cuando conduces tu carro plateado, porque te recuerda el esmero que el Creador ha tenido contigo al protegerte. La sugerencia que te hizo el trabajador para que cambiaras una orden equivocada que habías dado, porque te confirma que hay mucha gente en la que puedes continuar confiando. Tantas cosas que te suceden a diario y que tanto te molestan, pero que al recapacitar sobre ellas, te dicen que tienes también tanto, pero tanto que agradecer.
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El primer centro comercial del país, recibió la orden del Congreso de Colombia en el grado de Comendador.
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A esos…críbalos
Hay “amigos” de grueso calibre, de medio calibre, de bajo calibre y de ningún calibre. Los verdaderos amigos son los de grueso calibre. Los de medio, bajo o ningún calibre, son compañeros, o conocidos, o individuos que apenas distingues. Sin embargo, tú les llamas o admites que te llamen “amigo”. “Amigo” te dice el desconocido vendedor de lotería que quiere que le compres un billete. “Amigo” te dice con facilidad el estafador que se acerca a ti para ganarse tu confianza. “Amigo” te dice el banquero o en el banco, cuando saben que el monto de tu patrimonio es atractivo para ellos. Y te llegan cartas con “apreciado amigo”. “Amigo” te dice el supervisor que quiere que aumentes el rendimiento, cuando ni siquiera te saluda cuando entras a trabajar. “Amigo” te dice el celador que no ha hecho el esfuerzo de reconocerte por tu nombre. “Amigo” te dice en forma zalamera el trabajador cuando necesita un servicio tuyo como jefe, y luego despotrica de ti con sus camaradas. “Amigo” te dice el gamín que te pide una limosna. “Amigo” te llama aquél que pasa su brazo por encima de tu hombro sólo cuando él te necesita. “Amigo” te llama el político que solo en períodos electorales se acuerda de ti. “Amigo” te llama la prostituta cuando pasas por la calle y te ofrece sus servicios. “Amigo” te dicen en la funeraria, sin conocerte, cuando averiguas el cofre para enterrar a un ser querido. “Amigo” te dice alguien que alguna vez te saludó, porque quiere ufanarse de tu amistad ante sus “amigos”. En las entrevistas para el puesto que requiere una amplia red de relaciones, te preguntan cuántos “amigos” tienes a los cuales puedas venderles los productos. Y muchas veces crees que tienes muchos amigos. Sólo espera a que no tengas poder o no seas de utilidad para aquellos que por ello te adulan y verás cuantos “amigos” te quedan.
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Hay una fuerza en ti capaz de llevarte a construir tus sueños: Voluntad.
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A esos…ámalos
A ése que siempre está ahí para ayudarte en los momentos en que tu situación económica se derrumba, y está presto a tolerar tus plazos vencidos. A ése, admíralo. A ése que en los momentos de tu duelo, llega primero con su voz comprensiva de tu pena, mucho antes que las flores de los demás. A ése, corre presto también a acompañarle en su dolor. A ése que se alegra con tus triunfos, que reconoce tus méritos con la sincera manifestación de su admiración y de su dicha por el reconocimiento que has recibido. A ése, estréchalo con el vigor de un abrazo sincero. A ése que cuando todos te ensalzan, él con callada sencillez y gran afecto te muestra el error que cometiste o te recuerda, que la vanidad y la soberbia en el aplauso, te resta kilómetros de virtud en tu carrera. A ése, agradécele de corazón su lección de humildad. A ése a quien ayer ofendiste, pero que sin recriminarte, hoy te tiende su mano y te saluda con el mismo cariño y la misma sonrisa, como queriéndote decir: nada ha pasado. A ése, respóndele con la misma calidez de su mirada. A ése que en el juego de naipes, ocultó el as con que él podría ganarte, para no hacerte sentir que siempre eras el perdedor en todas las jugadas. A ése, apréndele, que triunfar es hacer que el amigo también triunfe. A ése que alcanzó una posición empresarial de gran altura y te sigue teniendo en cuenta para oír tu consejo, para compartir tu afición en sus ratos de ocio, para visitarte cuando te halles enfermo y para subirte la moral cuando te deprimes. A ése, ámalo. Porque al amigo verdadero, ése que siempre está ahí, se le respeta, se le admira, se le acompaña, se le abraza, se le agradece, se le perdona, se le aplauden sus triunfos y se le ama.
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Sé buen servidor público y honrado.
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Página de la vida
Veía desfilar la nave reluciente de su hogar y las de los hogares de sus hijos, todos en el esfuerzo de seguir adelante, con velas desplegadas, orientados a sus propios objetivos y atentos a los cambios de la rosa de los vientos. Y el anciano maestro sonreía. A continuación, aparecía la nave de su propia familia, en la que padres y algunos hermanos ya no remaban. Recordaba la dulzura de la edad temprana, los duros sacrificios, los adioses, las lejanías. Y el anciano maestro, entre sollozos, derramaba sus lágrimas. Y luego, a los lejos, divisaba la embarcación de las empresas, donde, desde los dieciocho años, empezó a trabajar. Sus compañeros, sus amigos, sus superiores, sus colaboradores, los que le hicieron tanto bien. Muchos lugares vacíos, de viajeros que en otros puertos definitivos o temporales se bajaron. Y veía las huellas que había dejado en todas con entrega, con ilusión, con fe. Y aquel viejo maestro, sonreía. Y como agitando el piélago, veía deslizarse furtiva una barcaza negra, por ya muy pocos piratas conducida, con la bandera de la envidia izada, de aquellos que a sabiendas, de mala fe, con intención de herirle, le quitaron su honra, su puesto y sus amigos. Y aquel viejo maestro… sonreía, pues sin ellos la lucha no hubiera sido tan creativa, tan retadora. Tanto. Y, de pronto, alcanzó a ver la nave ligera de su propia vida, en actitud de espera, con velas recogidas y mecida en el muelle por apacibles vientos de la tarde. Y aquel viejo maestro, con un poco de angustia por los suyos, musitó con el poeta: “Señor, cuando tu quieras, el barco está ya listo y sólo espera tu orden para poder zarpar”. Cerró la ventana de su alma y volvió a murmurar: “Señor, cuando tu quieras”.
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Jubilado: Tienes derecho a tu descanso, pero no a desperdiciar los dones que has recibido.
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El mejor equipo de trabajo del mundo
Al interior de las organizaciones sucede, igualmente, que quien administra vea las debilidades de su gente y las cualidades de los que están en otras organizaciones de su entorno. La convivencia con las personas hace que se conozcan a fondo todos los elementos constitutivos de su personalidad: físicos, sicológicos y sociales, positivos o no. Los defectos, pequeños o grandes, por los roces que suelen causar, se hacen más manifiestos que las virtudes mismas. En cambio, la menor convivencia que suele tenerse con los demás “del predio del vecino” no permite sino ver destellos de su personalidad que suelen impactar y deslumbrar hasta hacer creer al administrador de este lado del cerco, que le “tocó” el grupo de menos valía para los propósitos de su organización. El administrador suele tener el grupo que su liderazgo merece. Porque es él, quien, en la parte que en su administración corresponde a los procesos de desarrollo humano, moldea su gente, amalgama sus conocimientos y aglutina sus voluntades. Es, pues, él y sólo él, el responsable de las características relevantes del grupo que orienta. Por ello, cuando escuchamos a un administrador quejarse de su grupo, hablar mal de él, demostrar su falta de creencia en los suyos, necesariamente tenemos que concluir que algo ha fallado en su proceso de liderazgo administrativo, porque ha tenido en sus manos todas las herramientas propias para aquilatar las virtudes de los suyos y ayudar a convertir en fortalezas, o a minimizar, sus debilidades. Creer en los nuestros es el resultado, entonces, de una acción administrativa humanística de formación integral y disciplina formativa, orientadas al desarrollo de personalidades excelentes, pero comprendidas en su capacidad de errar y de equivocarse. Cuando así obre el administrador, verá que estará orientando el mejor equipo de trabajo del mundo. El administrador es un forjador de hombres.
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Si cometes un error no trates de esconderlo. El error escondido en cualquier momento se destapa.
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¿Es su empresa un basurero?
Pero las empresas sí tienen alma. Toda empresa es una personalidad social identificable, individualizada y por lo tanto diferente a todas las demás. Esa personalidad social es el resultado de su proceso cultural como bagaje de todos los elementos constructores de ella. A su interior deberían estar, claramente identificables, las creencias, las teorías, los usos y las costumbres relacionadas con la forma de orientar a los aportantes de Talento Humano, con su contribución al desarrollo humano, con su responsabilidad social y con la valoración de su capital humano. Ahí está el elemento constitutivo del alma empresarial: Conciencia del valor humano. El problema con algunas empresas, de las que se dice que no tienen alma, es que esas creencias o no están instaladas en el núcleo central de su bagaje cultural o simplemente lo están por conveniencia, y cuando no existe esa convicción, frente a cualquier hecho adverso, es muy fácil sobrepasar los principios, violar las creencias, acomodarse y sacrificar. Una empresa tiene que desarrollar su sensibilidad social en relación con las necesidades y expectativas reales de su gente, sin sensiblería, pero sí basada en el reconocimiento de la dignidad y del derecho humano de sus trabajadores, inmersos, así, en un ambiente que los forja responsables de sus actos, comprometidos con su quehacer y respetuosos de sí mismos y por consiguiente de los demás. El alma de la empresa, que es un alma colectiva, se palpa, se siente en la convivencia empresarial, en la solidaridad mutua, en el afecto cabal en las relaciones, en el respeto por las diferencias, en la ayuda al crecimiento personal, en la oportuna y afable corrección de los errores mutuos, en el orgullo de participar en la construcción colectiva de los resultados empresariales. En cambio, las empresas “sin alma”, son como los basureros espaciales, donde se concentran por inercia los desechos humanos de la hipocresía, la deslealtad, la trampa, la turbiedad, el desgano, tanto de administradores como de administrados.
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Cuando te accidentas en el trabajo, con seguridad que tienes la mayor culpa en ello.
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¿A quién tratan de engañar?
Al secuestro se le llama retención. Al asesinato, ajusticiamiento. A la impunidad, tolerancia. Al contrabando, inteligencia y riesgo. A la estafa, habilidad para los negocios. Al aprovechamiento del otro, vivacidad. Al enriquecimiento a expensas del erario público, sagacidad política. A la mentira, la calumnia, la deshonra ajena, oposición o periodismo brillante. A la inmoralidad, modernidad. A la irresponsabilidad, incapacidad. A la convivencia con el terrorismo, pluralidad. La lista podría prolongarse. Pasará mucho tiempo para que seamos capaces de llamar esas actitudes por su verdadero nombre, con comprensión, pero sin alcahuete tolerancia. Pero el colmo de los colmos, sí es llamar “acción humanitaria”, el hecho de que un grupo de asesinos y secuestradores devuelvan, tres años después, el cadáver de un hombre próximo a cumplir 80 años, secuestrado en el 2002 y fallecido seis meses después del secuestro. ¿Qué capacidad de humanismo demostraron mientras lo tuvieron secuestrado aún después de muerto, con ese anciano, con su familia, con los hombres y mujeres buenos que sienten en lo profundo de su corazón esas vilezas que se cometen contra sus congéneres a nombre de reivindicaciones políticas y sociales? Hay campo en el corazón del género humano para el perdón, pero no lo hay para aceptar el engaño, la farsa, la mentira, la sorna o la ironía. Porque eso que llaman “acciones humanitarias” como la descrita, o como lanzar comunicados lamentando la equivocación, o llamando “efectos colaterales” la muerte de niños, ancianos, mujeres embarazadas, o mujeres y hombres de cualquier condición cuando se ataca a un pueblo, o dejarlos lisiados de por vida por minas antipersonas, eso no puede jamás aceptarse como “acciones humanitarias”, por más arrepentidos que estén o por más modernos y pluralistas que seamos.
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Ayer en Carrefour, al entregarte la mercancía para el registro, me recibiste con una sonrisa esplendorosa, aunque observé que te faltaba tu mano derecha. Sentí estrujada mi alma de admiración y agradecimiento porque viví la responsabilidad social de una empresa, hecha realidad.
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Obligación moral contraída
Con frecuencia observamos mucha ligereza, respecto a la guarda del secreto profesional debido, en investigadores que tocan las fuentes primarias para obtener muestras que permitirán generalizar ya sea sobre el clima organizacional, los controles internos, las auditorías, consultorías o consejerías, y aún la misma investigación de mercado. Estas ligerezas observadas, van desde el comentario imprudente, la insuficiente custodia de los papeles de trabajo, hasta la manipulación de los documentos para que lo que se ha presentado como anónimo, tenga las claves necesarias para saber quiénes dieron tales respuestas. Dos son las razones básicas para exigir el respeto debido a la palabra empeñada de confidencialidad: La primera, por la obligación moral contraída, explícita o tácita, que es absolutamente obligante y que sólo por razones de bien común o de graves consecuencias a las partes, de pronto podrían liberar de tal deber. La segunda, por la desconfianza que genera la falta de confidencialidad en los participantes de las consultas, lo que lleva a que se cierren todas las posibilidades de éxito a futuras intervenciones de los mismos o diferentes investigadores. Cuando la gente no puede eludir las agresiones previstas por la falta de confidencialidad, aprende a defenderse con respuestas sagaces, o contrarias a la verdad o insuficientes en sus contenidos o que evitan compromiso, por lo cual los resultados quedan sesgados. En los investigadores, en los consultores, en los auditores, en los consejeros, la confidencialidad es un imperativo ético de trascendencia para las personas, para la organización y para los mismos investigadores y hace parte principal del ambiente de intervención necesario para la consulta investigativa.
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Ayer en el supermercado, al ir a pagarte la mercancía comprada, conversabas extensa y alegremente con tus amigas, sin importarte toda la gente de la fila. ¿Cómo puedes hacerle esto, a la imagen de una empresa que aquí aprendió que podía contar contigo?
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Caníbales en competencia
Los códigos de ética profesionales suelen reservar un capítulo especial para tratar sobre la forma como deben llevarse a cabo las relaciones entre ellos. Pero en la rapiña por los clientes, en su afán desorbitado por conquistar mercado o enriquecerse, ni la medicina, ni la clerecía, ni la abogacía, ni el periodismo, ni la contaduría, ni la ingeniería, ni las ciencias sociales, humanas o tecnológicas, escapan al mal decir, al mal hablar, al difamar de unos contra otros. A veces directamente, o la mayoría de las veces de soslayo, se critica una decisión, sin consideración a las circunstancias de tiempo, modo o lugar en que fue tomada por el otro. Otras veces, se juega sucio en las licitaciones para las contrataciones, sin la más mínima lealtad y respeto gremial. En oportunidades, se duda de las habilidades de quienes reciben reconocimientos, ascensos o estímulos, y se dejan caer frases que insinúan gestión de compra de reconocimientos o sobornos o claudicaciones de principios para el éxito obtenido por los demás. Hay quienes, al reemplazar a un colega en su cargo, despotrican de su sistema de organización, de su estilo, de su forma de atender los asuntos propios de su profesión, para construir su propio pedestal sobre tan maquiavélica conducta sin el más mínimo respeto a la individual aplicación del conocimiento y de la acción. Abunda de tal manera el canibalismo entre las profesiones, que sus mismas asociaciones se perciben débiles por la envidia, por la intolerancia, por la gula de poder, por la frecuencia del chisme, por la desvaloración de los méritos de los demás, por la rebatiña de clientes o contratos y por la falta de convivencia intergremial. Hay sabiduría en los códigos de ética de las profesiones cuando insisten en la lealtad debida a los colegas, y en las vías rectas por las cuales la actitud no ética de un miembro de la profesión debe ser denunciada y corregida. El gran desastre en la defensa de la dignidad de la profesión, a lo que todos están llamados, es producido por el canibalismo inmundo entre los mismos que la ejercen.
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No importa que te hayas equivocado. Rectifica. No permanezcas en el error.
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Página de la vida
Era de rostro agraciado, de senos esbeltos, de cintura media, de glúteos normales; de pies, su pose insinuaba unas piernas bien femeninas, pero ella lloraba con angustia cuando la cámara mostraba sus perfiles. Estaba casada con un hombre que la adoraba, por sus virtudes, por su belleza, pero que no comprendía el porqué de esa ansiedad de su esposa con su cuerpo, si él la amaba así como era. Sin embargo ella lloraba con angustia cuando la cámara mostraba sus perfiles. Tenía hijos, a los que amaba, que la amaban, adorables, con la hermosura de la edad temprana. No obstante, ella lloraba con angustia cuando la cámara mostraba sus perfiles. No estaba en un concurso de belleza, ni era modelo, ni candidata para maja alguna, ni alta ejecutiva de empresa, ni funcionaria pública, expuestas diariamente al examen visual de todo el mundo, pero ella lloraba con angustia cuando la cámara mostraba sus perfiles. Su esposo la abrazaba como para que sintiera que sus brazos le estaban dando seguridad de que la amaba; le recordaba el cariño de sus hijos; le insistía en que la quería tal como era, que estaba dispuesto a hacer por ella lo que fuera, aunque tuviera que vender su casa, para que ella tuviera la tranquilidad y la seguridad necesaria como madre, como esposa, como mujer, mas ella continuaba llorando con angustia cuando la cámara mostraba sus perfiles. La periodista le pidió que diera unos pasos adelante y ella, ante la cámara, con las manos cogidas atrás y caminando de lado, trataba de ocultar sus glúteos de los que se sentía avergonzada y por lo que estaba angustiada. Y aquel viejo maestro, viendo el amor que rodeaba a esa mujer, viendo la ansiedad de su esposo, la tristeza de sus hijos, y la angustia de esa hermosa señora, no alcanzó a comprender, al igual que no lo comprendían quienes la entrevistaban, cómo era más importante para ella la forma de sus glúteos, que ese milagro de amor evidenciado en su familia. En ella, el valor que debía ser trasero, se convertía en primero. ¿Por qué, tantas veces somos ingratos con la vida que nos da tanto, tanto?
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Aunque el otro no te perdone, el haberle pedido perdón, libera tu conciencia.
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¿O porque te ven?
Cuando uno ve esos grandes rasgos de generosidad humana, esa gran capacidad de ternura de los seres humanos, esa enorme solidaridad desbordada cuando otros miembros de la especie sufren la violencia de las fuerzas naturales, uno siente que la humanidad es buena por naturaleza. Pero cuando palpa la sevicia en los genocidios, las atrocidades de los campos de concentración de los secuestrados, el asesinato inmisericorde de gente que no tiene otro pecado que estar en medio del conflicto, la mortandad diaria de niños y de pobres en el mundo porque no tienen con que comprar un mendrugo de pan, mientras que las arcas de otros se repletan, uno siente que la humanidad es mala por naturaleza. Que el barro con que se amasó a los seres humanos es proclive al mal y no a la bondad. Rasgos de bondad y de maldad tan pronunciados, tan permanentes, tan característicos que uno no sabe si el hombre realmente “nace bueno y la sociedad lo corrompe” o si el hombre nace con pecado y a algunos la sociedad los libera. El bien y el mal, siempre enfrentados. El bien como incapaz de sobresalir de entre la cizaña, acurrucadito ahí, porque la cizaña como que fuera lo “in”, lo desafiante, lo arriesgado, mientras el bien es como timorato y anda como “out”. Y es que hay tantos buenos que no tienen la convicción de su bondad. O tantos buenos parciales, no íntegros. Tantos buenos que su bondad nace más del temor de ser mal vistos, de ser mal evaluados, de ser mal sorprendidos, que el escritor termina por creer que la bondad humana solo existe mientras exista el temor, mientras haya alguien superior que pueda observar sus actos, así sean las cámaras de televisión medio ocultas que hoy vigilan las ciudades. Sea porque la humanidad es buena o mala por naturaleza, o buena por convicción o por temor, las culturas organizacionales de nuestras empresas juegan un papel importante en el moldeamiento del comportamiento de ese natural humano a través de la revitalización de los valores, de la formación para la vida ciudadana, de la exaltación de las virtudes cívicas, del ejemplo de los directivos empresariales, para que la bondad salga del closet, con convicción. Así se contribuirá al triunfo de la buena semilla sobre la cizaña. Si no queremos ver tanta cizaña.
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No puede esperarse que el buen comportamiento de un individuo sea igual en diferentes ambientes, si este comportamiento no nace de la convicción en el buen obrar.
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¿O porque te controlan?
La “Cultura Metro”, va desde el buen uso, aseo y conservación del espacio público, por amor y apropiación de todos los escenarios que son comunes, pasando por el trato deferente y cortés entre usuarios y entre estos y los servidores públicos y el respeto a la propiedad individual, hasta la orientación y ayuda cálida a los demás, al prójimo. Esta “Cultura” no solo percibida sino palpable; construída con paciencia a través de medios como la publicidad, la información, el control social, la vigilancia de la autoridad, el permanente recuerdo por los altavoces de las normas de comportamiento; apoyada por la clausura de kilómetros y kilómetros de vías y estaciones, por la sanción social, por el conocimiento que da la frecuencia de uso en el tiempo, y por la asimilación dada la habitualidad del comportamiento, resulta admirable y admirada. Pero esa “cultura” de los usuarios del Metro contrasta con muchos de sus propios comportamientos fuera de él, donde el desorden, el desaseo, la carencia de amor por la ciudad y sus espacios públicos, la falta de respeto entre ciudadanos, nos hace pensar que estamos frente a una cultura de ficción, de conveniencia, no de convicción. Una cultura de contraste y de ruptura que no responde al esquema esperado de formación de hábitos y a la integralidad. De ahí la importancia de insistir en trasladar esos buenos hábitos, usos y costumbres a los demás escenarios. Por ello, las empresas, aquí, juegan un papel fundamental, al igual que las familias. En ellas se dan similitudes de espacios cerrados, de autoridad, de conocimiento común, de afecto, de apoyo, de control social, que estimulados por el empresario permitirían replicar exitosamente o complementar la “Cultura Metro” y, entonces, Metro, empresa, familia, coordinados en sus modelos y pautas culturales, terminarán forjando, incrementando y manteniendo la ciudadanía de bien por la fuerza de los hábitos y por razón de la integralidad. El camino a seguir es sistematizar los procesos metodológicos masivos que la “Cultura Metro” ha puesto en práctica, y replicarlos apropiadamente en cada organización, para que por la suma de comportamientos habituales comunes, esos valores se vuelvan hábito en la comunidad.
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Servidor público: La modernización del Estado te exige tener clara conciencia sobre sus objetivos y sus fines.
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¿O porque tocan tus intereses?
Son brotes que uno siente que no obedecen a un plan organizado de la sociedad civil de hacer que la bondad de los realmente buenos sirva de escudo para que no se repitan las atrocidades que se van perpetuando en muchos países. La sociedad de los buenos se desalienta cuando en las marchas participan como buenos, políticos corruptos penalizados por la justicia, al lado de políticos probos; hombres y mujeres de empresas cuya injusticia social es reconocida, al lado de empresarios dignos; individuos acordes apoyadores de las redes de narcotráfico y la subversión, al lado de personas que sufren su persecución; líderes barriales que se sostienen a base de los “impuestos de seguridad” de sus conciudadanos, al lado de líderes generosos y entregados a la comunidad por virtud; sindicalistas que negocian primero su interés particular por encima de los intereses de sus seguidores, al lado de sindicalistas que promueven actitudes dignas y justas para con el trabajador. Las marchas, son cada vez menos frecuentes aunque el terrorismo, el asesinato, el ataque a la población civil continúen en el mundo, como si pareciera desgastada la protesta o cansados los buenos de protestar. Hay mucha gente buena, es cierto, pero su bondad es tímida, su bondad no es valiente, su bondad no tiene la constancia suficiente para enfrentar el mal, como sí la tienen las fuerzas de la oscuridad. Uno observa marchas importantes de gentes organizadas cuando sus intereses económicos se tocan, pero no ve la misma fuerza ni en las organizaciones empresariales, ni en las organizaciones sindicales, ni en las organizaciones de la sociedad civil cuando la paz vacila, cuando la injusticia social de los estados provoca esa brecha tan inmensamente creciente en el bienestar social, por la pobreza de las grandes mayorías de su nación. No obstante el apoyo sigiloso de los buenos a través de los costureros, de la acción social empresarial, de la generosidad de trabajadores sindicalizados con sus obras sociales, del mercado familiar para los vergonzantes, del trabajo con los discapacitados, los buenos tienen que organizarse como sociedad civil eficaz para hacer sentir su voz y demostrar y hacer, con su actitud, que el rumbo de la humanidad cambie para bien de la humanidad misma. Entonces sí, la fortaleza de los buenos, no tendrá que esperar el fin de los tiempos para ser reconocida y efectiva.
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Sin el autocontrol, los controles organizacionales se vuelven absolutamente vulnerables.
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¿O porque tocan tus intereses?
Por amor, se espera que los hijos respondan a las propuestas adecuadas de comportamiento que le hacen sus padres, ante las diferentes circunstancias de la vida. Por amor, se espera que las parejas matrimoniales honren sus promesas en los avatares de sus vidas. Por amor, son esperadas actitudes ciudadanas de hombres y mujeres que se apropian la ciudad, la hacen suya, como el lugar máximo del mundo que han elegido para vivir. Por amor, los empresarios que entienden que generar empleo es cumplir la función social que compete a sus riquezas, esperan la actividad generosa y retributiva de quienes trabajan en sus organizaciones. El amor, en cada una de las anteriores expectativas se traduce en afecto, respeto, cariño, civismo, deseos, ganas, voluntad, compromiso. Pero también el temor a perder la mutualidad o correspondencia del amor expresado en estos términos, puede influir en mantener las actitudes atribuidas al bien obrar, al bien decir. El temor, aquí, hay que entenderlo como la racional actitud que hace rehusar aquello que se considera peligroso para ese amor. Nadie niega, entonces, el valor pedagógico de este sano temor para contribuir a revitalizar o construir la bondad humana que, así construida, es una bondad que mana de la convicción. Pero hay muchos que son buenos, no por ese sano temor, sino por miedo, por recelo, por aprensión de que algo malo les suceda, o de ir a una cárcel, o de ser despedidos del trabajo, o de quedarse sin quien les ayude en las soledades del vivir. Esa bondad por miedo, por conveniencia, muy fácilmente puede claudicar en su bien obrar, cuando se empieza a observar que su quehacer no trae las consecuencias, riesgos o daños reales o imaginarios que esperaba y entonces, en el caso de las empresas, los dineros ajenos empiezan a usarse en provecho propio, porque los ladrones creen que no los cogen; los engaños en la información en el trabajo empiezan a pulular en la organización, porque se espera que fallen los controles; las ausencias buscan legitimarse apelando a la sensibilidad social de los superiores, con certificaciones falsas sobre salud y defunciones de familiares, porque fácilmente el engaño se disfraza de dolor. Por ello, ni los administradores, ni los educadores, ni los padres, pueden fundamentar la bondad de sus orientados sobre el miedo, sino sobre el amor y el sano temor de fallarle al amor.
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¿Por qué tu hijo cree que el control que ejerces de sus acciones, es una amenaza para él y no una ayuda?
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¿O por dinero?
En el programa de buzón de sugerencias de una empresa, había un gran aviso invitando a los trabajadores a contribuir a la mejora de procesos, y se mostraba, también, un fajo de billetes, para quienes dieran ideas acertadas que beneficiaran a la organización. En una universidad se enseñaba que el administrador debía obtener resultados a como diera lugar. Muchos padres estimulan a sus hijos para que ganen el año, haciéndoles la promesa de una bicicleta, de un viaje, de una gran fiesta de cumpleaños. Sabemos que el dinero es una realidad importantísima en un medio como en el que participamos. Que es real la lucha para conseguirlo. Pero estamos viendo, con asombro, cómo al servidor público no se le está haciendo suficiente énfasis en su eficiencia y eficacia y economía, con base en su vocación de servidor público, de su responsabilidad como depositario de los intereses del bien común. Al trabajador de la empresa, no se le está haciendo énfasis en la formación en su leal contribución racional para con la empresa, en la entrega a su profesión, y se busca más bien estimular la vieja sensiblería de un sentido de pertenencia que resulta ser prédica falaz, en vez de construir el sentido de realización empresarial en la mutua lealtad que se deben quienes son aportantes de capital y de talento humano. Al administrador que estamos formando en muchas universidades no le estamos enseñando una administración centrada en valores, sino una administración capaz de obtener resultados por cualquier camino, con tal de mostrar unas utilidades máximas, y el resultado es que se están maquillando los estados financieros, con tal de obtener para sí mismos los grandes porcentajes de incentivos económicos. Y hay padres de familia, cuya capacidad de entusiasmar a sus hijos por su formación, está muy alejada del valor de la educación -persona y talento-, como eficaz desarrollo de su calidad humana, base estructural de la competitividad de una nación. No estamos desarrollando con vigor los instrumentos culturales-educativos que faciliten que nuestras nuevas generaciones sean lo suficientemente buenas, más por convicción del rol humanístico que les corresponde en los nuevos tiempos, que por el dinero.
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Acompañar a una persona a quien se le muere un ser querido, es un acto de solidaridad inmensa.
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Entender la autoridad como servicio
El sabe que el hombre y la mujer que trabajan tienen unos rasgos de bondad que son los que garantizan los resultados en la labor encomendada, pero también sabe que las debilidades humanas sólo son considerables si afectan esos resultados o la convivencia grupal que sirve de ambiente al logro de los mismos. No vemos, pues, al administrador exitoso, en el papel de estar esculcando y atacando, mezquinamente, debilidades de sus colaboradores no relacionadas con el éxito personal en la función, pero sí lo vemos en el de resaltar actitudes y comportamientos de su equipo de trabajo con generosidad de corazón y con entusiasmo de orientador. Quien carezca de esa generosidad o grandeza propia, no puede tener éxito empresarial, a no ser que en vez de administrador sea un caudillo, un dictador, quien, por el terror que infunde, suele lograr a corto plazo resultados importantes, mientras que al mediano y largo plazo su propia actitud lo depone. La bondad del administrador revestida de humildad, de autoridad como servicio, de capacidad de reconocimiento de los resultados grupales por encima del escandaloso pregón de sus éxitos personales, coloca en el pedestal de la memoria colectiva de la empresa a ese tipo de administrador. Porque el administrador inteligente y bueno, entiende que él, como en el ejemplo de la asamblea de la carpintería, es capaz de hacer que de los atributos buenos de su gente, salga una obra de arte maravillosa, pese a las debilidades. Mientras que el administrador mezquino, solo ve defectos en sus cooperadores. Pedirle al administrador orgulloso, prepotente, al que se considera de superior condición humana, que sea humilde, que sea generoso, que sea buen servidor de su equipo, por convicción, es como arar en el mar. Mientras no desista de esa prepotencia y mientras no entienda que el poder es para servir, ese poder será fuego destructor en sus manos, quimera en su espíritu y soledad en su trascendencia generacional. Administrador, afianza tu bondad en la aceptación y asimilación de la autoridad como servicio, con la convicción de que ella será tu gran competencia para ser exitoso en el cumplimiento de tu enorme encargo de orientar valioso Talento Humano. En ella encontrarás que ahí está la clave del éxito del equipo especial que te rodea. Y su éxito, será tu propio éxito. Y recibirás lo más importante: el aplauso permanente en el escenario de tu propia conciencia.
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Cuando la naturaleza desata su furia no discrimina entre ricos y pobres. Pero los pobres suelen sufrir con mayor impacto las pérdidas de sus escasos bienes.
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¿Equipo de trabajo comprometido?
Enormes frases bellas, que calan profundamente en el alma de aquellos accionistas que vibran con la filosofía de la función social de su capital, y que en, muchas empresas, son la manifestación real de lo que acontece en su interior. Pero, también, en muchas, solo son eso: Enormes frases bellas. Porque va uno a ver, y, en lo tocante a la participación real del equipo de trabajo resulta débil y su debilidad se expresa, entre otros motivos, en: a) Falta de énfasis en la formación de las competencias del equipo de trabajo fundamentada en los valores éticos y humanos exigibles. b) Culto a la personalidad de los líderes por encima del reconocimiento debido al equipo de trabajo. c) Estímulos individuales a los miembros, preferenciales a los estímulos grupales. d) Dilaciones en el manejo de los conflictos intragrupales e interdepartamentales por falta de método y ciencia. e) Usos de sistemas de jefaturas en vez de liderazgos situacionales y catalizadores. f) Sistemas individualizados de comunicación entre el jefe y los miembros del equipo. g) Temor al enfrentamiento consciente con la realidad del estilo de dirección grupal. h) Carencia de instancias para la vivencia del equipo de trabajo. i) Despreocupación por el fomento de las buenas relaciones humanas intragrupales. Y como afirma Douglas Mac Gregor en su libro, EL LADO HUMANO DE LA EMPRESA, en un concepto que tiene valor presente: “La mayor parte de los equipos administrativos, como se les llama, no son equipos ni mucho menos, sino conjuntos de relaciones individuales con el jefe, en que cada uno lucha con los demás para conquistar poder, prestigio reconocimiento y autonomía personal”. Algo hay que hacer, entonces, en aquellas empresas, en las que el enunciado “equipo de trabajo comprometido” no responde a la realidad.
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¿Se ha preguntado usted, como administrador o como colaborador, porqué hay tantas dificultades en su equipo de trabajo?
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Formación en competencias del ser y del servir
La falta de énfasis en la formación de las competencias del equipo de trabajo fundamentada en los valores éticos y humanos exigibles. Las empresas, por insuficiente credibilidad en los beneficios de las ciencias sociales aplicadas al mundo del trabajo y por la autosuficiencia soberbia de sentirnos todos sicólogos, sociólogos, antropólogos, trabajadores sociales, dejan en manos de otras profesiones la búsqueda y formación de hombres y mujeres para los nuevos cargos. Y olvidan que, en un nuevo siglo en el que el trabajo en equipo es signo incontrastable si se quieren resultados de gran calado, es preciso que las competencias del ser y del servir de un aspirante sean examinadas con igual o mayor rigor que las competencias del saber y del hacer. En aquellos campos, no puede andarse a la ligera, porque “lo que natura no da, Salamanca no lo presta”. Es decir, que los valores éticos y humanos que deben exigirse para trabajar en equipo, han de buscarse en las fuentes mismas del natural humano. Si un hombre o una mujer, a la altura de su edad productiva, no tiene consolidados los valores éticos y humanos de la responsabilidad, la solidaridad, el compañerismo, la lealtad, la actividad, la voluntad, la diligencia, el compromiso, el respeto por la verdad, entre otros, difícilmente los va adquirir en su lugar de trabajo. En la empresa, con una formación enfatizada en ellos, se logrará revitalizarlos, mantenerlos, estimularlos, pero difícilmente anidarlos, si ya no están anidados desde las primeras edades. En cambio, las competencias del saber y del hacer son más fácilmente desarrollables en aquellos cuyo natural humano está predispuesto para responder con toda el bagaje de su alma al servicio de una empresa digna. Se impone, entonces, que el avance de las ciencias sociales se apliquen con mayor rigor en los procesos empresariales de selección, inducción, formación, evaluación, para fortalecer las competencias humanísticas, y convertir en realidad la frase: “Las cifras que hoy presentamos a su consideración, son el resultado de un equipo de trabajo comprometido con la empresa”. De lo contrario seguirán siendo vacías, huecas, y los resultados, que podrían ser mejores, insuficientemente satisfactorios. De eso estamos convencidos.
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Un sistema de dirección autoritaria genera temores, miedos, en los componentes del grupo.
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Culto a la personalidad social grupal
Este culto difiere del reconocimiento que se debe dar a la acción del jefe líder, que es fundamental como estímulo al trabajo, generalmente ingrato, de quien tiene la tarea de orientar al talento humano en la búsqueda de sus objetivos a través de los recursos de los cuales dispone. El culto, que debilita el equipo de trabajo, es ese que el jefe busca, a cualquier costa, para que se le reconozca su labor, muchas veces sin mérito para ello, o con mérito debido a los demás miembros. Por eso resulta absolutamente odioso que un jefe esté hablando a toda hora de “YO”. “Yo hice”. “Yo conseguí”. “Yo tuve estos resultados”, cuando se sabe, a ciencia cierta, que ningún administrador obtiene resultados sino en función de su equipo de trabajo. Igualmente fastidiosa es la práctica de los jefes de robarse las ideas de los miembros del grupo, con una desfachatez insolente: “Yo pienso”. “Yo creo”. “Yo sugiero”, cuando ha sido el grupo el que ha elaborado esa línea de pensamiento o creencia o ha dado tal sugestión. El jefe “vitrinero” que, a manera de los caudillos, quiere cosechar para la difusión de su imagen personal las páginas de los boletines internos, de los periódicos, de las entrevistas radiales o televisivas, a veces por encima de la misma imagen de la empresa, crea serias sospechas de su capacidad real de orientar a sus colaboradores como verdaderos equipos de trabajo. Porque el verdadero jefe líder basa su estilo de dirección en la sencillez, en la humildad, sí en la humildad, -sépanlo así los jefes soberbios-, en el reconocimiento y en la elevación de la imagen de su equipo por encima de su propia imagen. Hay que cambiar el culto a la personalidad individual del líder, por el culto a la personalidad social grupal, si se quiere que sea verídico aquello de que “Las cifras que hoy presentamos a su consideración, son el resultado de un equipo de trabajo comprometido con la empresa”.
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No te endeudes innecesariamente.
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Trasfondo de inconformidad manifiesta en los resultados.
Por la década de los 60, la aplicación de la administración científica por parte de la ingeniería industrial enfatizó en los incentivos individuales en dinero, por la producción por encima de lo normal esperado. Los estándares por sobre 60 unidades, premiaban los resultados del mayor esfuerzo e incidían en que los tiempos que deberían dedicarse a reposición de la fatiga, fueran utilizados en lograr mayores resultados. El trabajo tenía, entonces, una característica fuertemente individual, tanto que los grupos de presión de tipo informal solían coaccionar a los más capaces para que el resto del grupo no tuviera la presión de los jefes que buscaban nivelar la producción por la de más alto rendimiento. Se dificultó enormemente la tarea grupal formal, porque los incentivos desarrollaron más aún el espíritu individualista entre los trabajadores. Culturalmente el incentivo se posicionó de tal manera que se menospreciaban los elementos colaterales de la producción que no fueran reconocidos en el sobre de pago semanal. Si uno quiere tener un grupo activo, eficaz, eficiente, no puede establecer estímulos ni reconocimientos individuales. Por el contrario se deben diseñar de tal manera que sea el grupo quien reciba el reconocimiento material o moral. Ese diseño tiene que partir del convencimiento de que todo estímulo sufre un efecto de “acolchonamiento” que termina por ser ineficaz. Por ello demanda permanente creatividad. Pero, además, se debe trabajar permanentemente en la revitalización de los valores del equipo, para que la conciencia grupal sea contribuyente a los mejores resultados, que, de por sí, la presión del grupo sobre sus miembros termina por elevarlos, en función del beneficio colectivo. Muchas veces los equipos de fútbol no alcanzan su mayor efectividad porque los reconocimientos se los ganan los que marcan los goles, como si ellos, solos, fueran los que los lograran. Esto crea un trasfondo de inconformidad no manifiesta, pero si presente en los resultados pobres. Cuando los altos ejecutivos de una empresa presentan sus realizaciones ante las asambleas de los accionistas uno siempre se pregunta si podrían haber sido mejores, y si el empeño grupal por lograrlos sí estuvo tan realmente comprometido como se manifiesta.
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En esta época en la que tantos turistas visitan tu ciudad, demuéstrales tu hospitalidad y todas las características amables de tu pueblo.
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Hay que asistir a la academia.
Muy fácilmente, el orientador del grupo fomenta esa rivalidad con una palabra, con una frase, con una actitud que la incita y crea un mal ambiente interno, donde importa más defenderse de los ataques del otro, que los resultados de la acción conjunta participada. El administrador tiene que tener no solo el tacto, sino la suficiente ciencia y el imprescindible método, para manejar conflictos de esta naturaleza en su organización. A veces, no es la mejor solución dar tiempo al tiempo para que se resuelvan los problemas, sino que es preciso contar con un método de autoanálisis y de resolución de conflictos que van desde la conversación individual, la construcción de puentes para el entendimiento, hasta la confrontación amigable de las diferencias y las sanciones disciplinarias formativas para quienes no quieran desistir de sus actitudes rivalizantes. Pero hay que asistir a la academia para obtener esa metodología y esa ciencia que va a facilitar el ambiente necesario para mantener presente la capacidad de análisis constructivo que es lo primero que se pierde cuando se presenta la rivalidad. Porque en los grupos de ambiente de competencia ese campo de reflexión es inquietado por la prevención, por la desconfianza, por el temor del aprovechamiento del otro de los resultados del análisis, por el especial cuidado que se desarrolla en escuchar al otro para poder refutar sus opiniones, para defenderse o para atacar. El administrador de hoy no puede volver a los viejos métodos de poner a competir o rivalizar a los miembros de su equipo, ni a estos con otros grupos, porque destruye las ventajas integrativas, deshace los lazos de cohesión con el objetivo común, desactiva las redes intensas de la comunicación interna y frena el liderazgo natural de quienes han desarrollado sus habilidades bajo el reconocimiento grupal. Por el contrario, tiene que poner todo el énfasis en obtener el más elevado espíritu de colaboración entre su grupo, para poder enfrentar ahí sí, con ahínco, la competencia en el mercado regional, nacional o internacional. Esto es necesario para ser verdaderamente eficaces, como grupo.
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Aprovecha este descanso para cuidar de tu cuerpo, fatigado por el duro trabajo, no lo intoxiques con el alcohol o con los vicios.
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Líderes vs. Mandamases
Ningún superior es líder de su grupo en el momento en que es nombrado para orientar sus destinos, a no ser que se haya pedido al mismo grupo que democráticamente lo eligiera de entre sus compañeros. Vale decir, que cuando alguien con autoridad en la organización nombra a una persona para ocupar un cargo de dirección, la está nombrando jefe de este grupo. Pero el grupo o equipo de trabajo no necesita de un jefe, necesita de un líder situacional y catalizador, para alcanzar los resultados. Por eso la tarea de una persona que es elegida como jefe, es no sólo mantener la autoridad de la que ha sido investida, sino de ganarse la autoridad reconocida de su grupo. Muchos se quedan en la primera instancia y no calan en el reconocimiento ni el aprecio que un grupo debe tener por su líder, porque su jefe, no ha sido capaz de ganarse la buena voluntad de sus orientados. Por ello, cuando en el proceso de selección de un director se omite la identificación de los valores propios de hombres o mujeres capaces de atender las situaciones, con estilos de dirección apropiados a cada una de ellas, no como un regla rígida, sino como una capacidad visionaria administrativa, entonces, la organización se llena de mandamases, que claro que obtienen resultados, pero resultados pobres, insuficientes, porque esos resultados podrían ser mejores considerablemente, con un estilo de dirección situacional y catalizador, capaz de favorecer o facilitar el desarrollo de un proceso productivo. No sé por qué los empresarios, que suelen ser hombres de gran visión en los negocios, son tan miopes cuando de elegir a los orientadores de los grupos de trabajo se trata. A veces hacen más énfasis en la voz de mando, que en el cuerpo de valores para trabajar en equipo. Un trato inadecuado al Talento Humano de la organización hace perder muchos, pero muchos millones de pesos. Por ello, muchos balances podrían ser aún mejores.
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Un trabajador de una organización sin ánimo de lucro, responsable de atender a los usuarios, hecha a perder en un minuto todo el trabajo de la institución por mantener un alto índice de satisfacción de sus clientes.
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Temor al enfrentamiento consciente con la realidad.
El temor administrativo, previo a la decisión y a las acciones, es natural, y conlleva a un proceso de revisión adecuada para evitar los resultados inesperados. Habrá momentos en los cuales el administrador tendrá que tener la capacidad de improvisar, de actuar repentinamente y decidir con audacia, precisión, rapidez y efectividad. Se le presentará toda una gama de opciones que lo situacional le indicará lo que debe hacer en ese “aquí y ahora”. En ello estriba la diferencia entre el administrador empírico y el científico. El empírico aplicará siempre las mismas experiencias. El científico sabrá desarrollar métodos para esa nueva respuesta situacional. Uno de los temores más frecuentes del administrador es a las reuniones de su grupo. Cuando los grupos se orientan más democráticamente, desarrollan muchas capacidades, actitudes y conductas que a veces hacen que los líderes teman. No debe preocupar al administrador sentir ese temor, lo que debe preocuparlo es no tener la capacidad de vencerlo, con herramientas metodológicas como: Conocimiento profundo de sí mismo y de los miembros de su equipo, en lo familiar, en lo económico, en lo social, en lo cultural, en lo conductual, en lo individual. Este conocimiento reducirá las sorpresas. Preparación de toda reunión con su grupo, así se haya citado con urgencia. Mantenerse ampliamente informado sobre todo cuanto atañe a la empresa y su entorno, positivo o negativo, para tener respuestas oportunas y claras. Nunca mentirle al grupo y si no sabe responder algo, hacérselo saber directamente y ofrecerle que lo investigará, y en la próxima reunión llevarle su respuesta. Con ello gana prestigio y reconocimiento. En cuestiones de salario, aumentos, situación financiera, ser muy transparente y responder con toda claridad de acuerdo a las políticas empresariales. Cuando el grupo capta que usted no se ha preparado, percibe de inmediato su debilidad. Será tolerante en las primeras ocasiones, pero si su falta de preparación es consuetudinaria, perderá confianza y seguridad. Un equipo de trabajo, con un liderazgo miedoso, no obtiene los resultados esperados. Y eso también se refleja en el balance.
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Al caer de la tarde, es bueno para el administrador que revise lo que hizo, para planear lo que hará al siguiente día.
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¿Cómo mantener la vivencia grupal?
Cuando se disminuye este sentido se pierde el de cohesión y compromiso. No basta con decir “Somos un equipo”, para que el grupo adquiera todo el significado de su vivencia. Es preciso dotarle de las instancias posibles, mantenerlas y recrearlas, tanto en el ámbito sicológico, como en el físico. Aquí juega papel importante la creatividad del líder. Algunas de esas instancias son: Estructura organizacional plana, que facilite la interrelación por la interdependencia de las funciones de los cargos adscritos al grupo. Por ello son preferibles los organigramas de tipo circular a los piramidales. Relación directa del jefe-líder con los miembros de su equipo, sin que haya intermediario tácito o explícito entre él y los demás miembros. Reuniones periódicas determinadas, exclusivas, preparadas por cada uno, para que todo el grupo revise sus realizaciones del período y lo planeado para el próximo; reciba y dé las informaciones descendentes, ascendentes o transversales de su interés; se informe sobre las fortalezas y debilidades de la organización, las oportunidades y amenazas que se le presentan y comparta los conocimientos y los intereses, e institucionalice su sistema ágil de información y comunicación. La forma de orientar esta reunión, el lugar donde se realice, la participación de todos los miembros del equipo, el aporte de ayuda mutua, el manejo de los conflictos internos, serán contributivos a mantener el clima sicológico de la vivencia del equipo. Mantenimiento de sistemas reales de motivación grupal fundamentados en la autorrealización, en la autonomía, en el reconocimiento privado y público de los logros alcanzados, en la puesta en práctica de las sugerencias estructuradas como proyectos, en el desarrollo de la capacitación y formación planeada, sin perder de vista los estímulos grupales relacionados con lo económico y con el medio ambiente que rodea la tarea. Para hacer que el equipo de trabajo obtenga todo el resultado sinérgico que se espera de él y sea un verdadero equipo, requiere de instancias como estas para su vivencia grupal.
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Gracias por los maravillosos e inmensos dones que me has regalado y me regalas:
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Un equipo de trabajo listo, por sus buenas relaciones humanas.
En muchas oportunidades observan los conflictos intragrupales como actitudes infantiles de los miembros, y lo que es peor, los dejan avanzar hasta tal punto que se llegan a observar comportamientos abiertos de rechazo mutuo, de desinterés en la comunicación con el otro, de prevención y hasta de odio. Es fácil, también, encontrar que hay personas cuyos cargos tienen relaciones de interdependencia y que no se hablan entre sí o se comunican a través del jefe que se convierte en su mensajero de razones. Otras veces ese estado de relaciones hace que colaboraciones, sugerencias y aún observaciones serias no se hagan para evitar el contacto verbal, entonces, el jefe, desesperado por los conflictos, termina por decir enojado “resuelva usted ese problema como pueda” sin llegar a medir las consecuencias de su autorización. Está bien inculcar que las relaciones humanas internas son responsabilidad de cada uno de los miembros del equipo, pero dentro da las funciones administrativas del jefe-líder, está la de orientarlos, dirigirlos, y esa dirección demanda: atención a conflictos, estímulos, mantenimiento del buen clima sicológico y físico laboral, consultoría individual para aquellos colaboradores que la requieran. Es decir, se requiere de un administrador formado y capacitado para ejercer con eficacia esa dirección. Ningún jefe-líder puede trabajar con efectividad si los medios de los cuales dispone no están funcionando a cabalidad. Uno de esos medios es el sistema de comunicación y de relaciones al interior del grupo. Este sistema más que cualquier otro, es exigente en mantenimiento, en formación, en aceptación y en disciplina, tanto del receptor como del transmisor. Por estas razones, si bien la responsabilidad por esas buenas relaciones es de todos, compete al jefe-líder un rol de estudio, investigación, análisis, verificación, disciplina, si quiere tener listo su equipo de trabajo tanto para lo planeado como para lo imprevisto.
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Los gritos en las oficinas desdicen del espíritu de reflexión y acción meditada que debe prevalecer en ellas.
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Necesitamos empresas ligeras, ágiles y eficientes, creadoras de riqueza nacional.
Los empresarios formados en las escuelas del siglo pasado siempre sostuvieron que el valor esencial de una empresa era el capital. Los administradores modernos del siglo XXI, saben perfectamente que el valor substancial de la empresa de hoy es el conocimiento. Y el conocimiento está en el Talento Humano, calificado y cualificado. Por eso, si queremos elevar el nivel de competitividad del país, hoy en una escala de 47 entre 60 países y regiones; si queremos que nuestro país sea un verdadero generador de riqueza para todos a partir de sus fortalezas y en comparación con los otros países, tenemos que trabajar en la competitividad humana, resultante del desarrollo integrado del saber, del ser, del hacer y del servir. Por lo tanto, hay que empezar a cernir, para tener empresas ágiles, flexibles, capaces de responder al reto internacional. Hay que cernir a empresarios incapaces de tener una concepción moderna de sus empresas. Hay que cernir a los gerentes y directores de Gestión Humana que todavía orientan o manejan sus oficinas como si fueran oficinas de recursos humanos. Hay que cernir a trabajadores que creen que la lealtad, la consagración y el cumplimiento de los compromisos no están dentro de los términos de su contratación. Hay que cernir a los representantes sindicales que no están remando en dirección del bien del país. Hay que cernir a los administradores que están haciendo todo, hasta lo indebido, para mostrar utilidades con tal de obtener sus jugosas comisiones particulares. Hay que cernir a los centros universitarios que no acompañan la enseñanza del saber, con la enseñanza del ser, o que engañan mostrando en sus currículos cátedras de ética y de valores que no se viven en el centro académico por la comunidad universitaria. Hay que cernirlos, como se cuela la arena fina para separarla del arenón, a fin de que no continúen siendo las rémoras de este gran reto nacional que significará mejorar nuestra competitividad internacional. Necesitamos un país fuertemente competitivo, para reducir los niveles de pobreza de nuestras gentes. Un país capaz de generar riqueza a través de empresas modernas para bien de todos, basado en su competitividad humana. Por ello, a cernir. A cernir para trabajar con hombres y mujeres de valor.
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Las empresas de salud deben poner especial cuidado en que sus trabajadores no caigan en la rutina en el trato de sus pacientes.
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Necesitamos hacer inversión buena, para la competitividad humana.
Pero ¿qué hacer con el arenón? La mala inversión de mantener el arenón en las empresas, reduce las utilidades; sobrepesa la nave que debería ser ligera; diluye en el tiempo los costos ocultos de la falta de competitividad humana. Muchos empresarios van dejando ahogar sus empresas en los costos de esta mala inversión. Dos inversiones buenas pueden hacerse. Ver si en el arenón quedaron arenas finas que pudieran rescatarse con inversión en capacitación intelectual, en revitalización de los valores, en reentrenamiento. Si ello se logra es buena inversión, se reducen costos de selección y contratación por la oportunidad que se da a quienes, si bien responden, dejarían de ser rémoras para transparentar toda su finura, en la construcción de la empresa. Pero el arenón que definitivamente no puede convertirse en la fina arena que requiere ese reconstruir la empresa, hay que arrojarlo de ella, cueste lo que cueste, y es una muy buena inversión. No hay que temer a ello. Quizás ese arenón aprenda, en el futuro, que ser rémora no beneficia a nadie y que el duro golpe de la vida fuera de la empresa, podrá terminar, por el fuerte zarandeo, en volverle útil en otra construcción. La competencia por la generación de riquezas, a medida que avancen los tratados internacionales, será más dura. Hay países más calificados en ciencia, en tecnología, en seguridad, en Talento Humano, en orden público, en infraestructura, en administración pública. 46 países, de 60, están por encima de nosotros. Y nosotros tendremos que sobrevivir y triunfar en esa competencia internacional si queremos reducir la brecha de pobreza de nuestro pueblo. Ese es el reto del empresario de hoy, pero necesita de hombres y mujeres que sean capaces de conjugar la ciencia, el conocimiento, con el respeto por la verdad y por la vida, el respeto por los bienes materiales y espirituales de los demás, capaces de gran solidaridad empresarial y social, y capaces de responder por sus actos y de cumplir a cabalidad sus tareas. Ese es el diseño básico de hombres y mujeres de empresa que darán la batalla por la competitividad humana de nuestro país. Hay que invertir bien. Invertir en arena fina.
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Tarde o temprano te darás cuenta, que vales por lo que eres. No por lo que tienes.
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Hay que combatir la pobreza desde las aulas.
Cohortes y cohortes de estudiantes que salen de las aulas sin una clara orientación de sus vidas, sin un plan personal o proyecto de vida, porque durante los más de quince años que pasaron por ellas no tuvieron tiempo de vislumbrar su futuro, porque tampoco muchos de quienes los orientaban veían más allá del horizonte de la paga mensual. Gentes sin capacidad de emprendimiento, sin capacidad de adquirir o generar su empleo en un país lleno de recursos naturales, y abundante de oportunidades que sólo es dado descubrir a aquellos que se entrenan para ello en los ejercicios teórico-prácticos de la creatividad e innovación concreta y productiva, que deberían hallar en las aulas. Gentes sin capacidad de soñar, sin capacidad de solidaridad humana y social, sin capacidad de crear riqueza, a pesar de su privilegio de haber pasado por un proceso educativo al que todavía muy pocos tienen oportunidad de acceso. Cuando hablamos de que el país está colocado en un puesto de 47 entre 60 países, en la escala de competitividad internacional, uno lee perfectamente que hay un cuestionamiento serio a muchos entes educativos por su incapacidad de introyectar en las jóvenes generaciones los valores éticos, estéticos, científicos, técnicos y humanos que ese mundo de la competitividad está exigiendo, para contrarrestar la imagen de pícaros, de contrabandistas, de narcotraficantes, de vivos, de engañadores, de oportunistas, de irresponsables que todavía recelan en los países con los que competimos. Ninguna entidad educativa del país, ninguna, puede seguir de espaldas ni a la globalización, ni a la competencia internacional, ni a la pluralidad de mercados que serán los signos de la nueva era, ni menos quedarse en el papel de productores en serie de gentes incapaces de trascender, cuando los pobres de este país están demandado liderazgos de profundo calado que les permitan salir de su postración. Porque el ataque frontal contra la pobreza, también es responsabilidad de los entes educadores. No un simple eslogan de campañas políticas.
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El niño debe encontrar en el aula escolar una relación clara y coherente entre lo que le enseñan y lo que hace quien enseña.
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También hay que combatir la pobreza desde los movimientos sindicales.
Las viejas tácticas sindicalistas; los beneficios personales, por debajo de la mesa, para los dirigentes; el lenguaje azuzador y rastrero que muchos utilizan; la lucha interna y soterrada que promueven en la organización por el afán de mantener la pugna entre el capital y el trabajo; los paros intempestivos que alejan a los clientes; los daños incalculables físicos y morales a sus propios centros de trabajo, materias primas, insumos, equipos; los inmensos perjuicios a los que someten a sus afiliados cuando la huelga es ilegal, son, entre otros, muchos de los vicios que han hecho que los trabajadores, en su sabiduría, tengan menor interés en asociarse. Se tiene que abandonar el lenguaje plañidero intrínseco en el concepto de “pliego de peticiones”. Hay que elevarlo al de “negociación interna” que da idea de relación reconocida y valorada como aportantes; aportantes de capital y de Talento Humano con equidad en derechos y en deberes. Porque, mientras el lenguaje no se cambie, el pensamiento y la acción tampoco cambiarán. Se deben abandonar las tácticas ilegales, ofensivas, vulgares, para reemplazarlas por competencias éticas y científicas elevadas para el manejo de conflictos, para capacidad de negociación estratégica, para ejercicio de un verdadero liderazgo capaz, desde la óptica sindical, de ayudar a conducir la empresa por los caminos del beneficio común interno y de la responsabilidad social externa, bajo un concepto de administración centrada en valores como compete a quien se siente, se cree y es aportante de un factor fundamental en el desarrollo de la empresa como es el Talento Humano. El sindicalismo de hoy tiene que estar profesionalmente preparado, en forma paralela a la estructura administrativa empresarial, para ser capaz de los timonazos indispensables que hay que dar para la competitividad internacional. El sindicalismo debe luchar contra ese concepto que se ha formado en la mente de muchísimos ciudadanos de que son depredadores de las empresas, capaces de acabar con ellas, sin importarles el futuro, con tal de obtener pírricos beneficios cortoplacistas, llevando más ruina y pobreza. Y debe desarrollar un concepto de solidaridad tal, que al sindicalismo también le duela el que millones de compatriotas no puedan acceder a los beneficios que ellos alcanzan, porque la lucha contra la pobreza también es responsabilidad directa del movimiento sindical.
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Cuando un compañero de trabajo presente reacciones que no son las acostumbradas, acércate más a él, puede necesitar tu ayuda.
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La actual responsabilidad social de la empresa es crear riqueza para beneficio de todos los ciudadanos.
El entorno social mundial tiene unos cambios impresionantes y se agitan ya no sólo banderas ideológicas en torno a la economía o el gobierno de los pueblos, sino que, también, avanzan creencias religiosas como furiosos jinetes apocalípticos. Unas y otras están impregnando a las comunidades regionales, nacionales y mundiales de actitudes de beligerancia, fanatismo y desesperación de tal magnitud que fuertes nubarrones ensombrecen el panorama mundial. Países europeos se vienen desbordando. El Medio Oriente no encuentra el camino de la reconciliación. América Latina se revuelve frustrada en medio de millones y millones de hombres y mujeres que no alcanzan a salir de los límites de pobreza. Y el continente africano se debate en lo crónico de sus males. La empresa privada tiene un papel, una función social que cumplir en este sombrío panorama. Está bien su lucha por obtener las mejores utilidades para sus aportantes de capital y de trabajo, pero no puede olvidar que pagará con creces si persiste en su insensible actitud de llenar sus arcas empresariales, a espaldas de la comunidad regional y nacional de la cual es socia para el desarrollo. La empresa tiene que crear riqueza para todos. Sus resultados económicos tienen que incidir en el Producto Interno Bruto de su nación, para que haya más posibilidades sociales, económicas, de inversión, de mercado, de empleo, de presente y de futuro. Si la empresa privada no abre bien los ojos frente a esta responsabilidad social que le obliga en conciencia; si en la nueva competencia internacional no tiene previstos beneficios para todos lo nacionales dados los ingresos superiores que tendrá, entonces la empresa privada llorará sobre el fardo de su economía menguada, porque los pueblos continuarán perdiendo aceleradamente su esperanza. Y un pueblo desesperanzado, fanático, con hambre, arrasa porque arrasa.
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Está muy de uso un lenguaje vulgar entre los jóvenes universitarios. Ese lenguaje también se está instalando entre los ejecutivos.
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¿A quién tratan de engañar?
Uno encuentra: Empresas sin ánimo de lucro que tienen entre sus objetivos el contribuir a enseñar y fortalecer entre comunidades, el sistema de trabajo en equipo, y, a su interior, ellas mismas tienen tremendas dificultades para trabajar como verdaderos equipos. Universidades que en sus cátedras enseñan las más avanzadas teorías administrativas, y son orientadas con estilos arcaicos de dirección. Empresas que tienen en su misión y en sus principios el respeto por la dignidad humana de sus trabajadores, como valor fundamental, y persisten en la teoría del “manejo del recurso humano” y no de la “administración u orientación del Talento Humano”. Entidades de servicios públicos reconocidas internacionalmente por su tecnología, enredadas en la elemental atención técnica a sus propios usuarios. Organismos promotores del respeto al ambiente, con los jardines de sus sedes totalmente descuidados o contaminando su propio suelo con basuras, o con oficinas mas iluminadas, desorganizadas. Instituciones que tienen como misión el servicio a los menos favorecidos para mejorar su calidad de vida, con tratos inhumanos a sus beneficiarios o a sus propios trabajadores. Uno tiene que reconocer que, como toda realización humana, una empresa no esté exenta de errores, pero no se entiende que estos errores sean permanentes. Ello indica, claramente, que no hay concordancia entre lo que se pregona y lo que se hace. Hay incoherencia. Es posible que su empresa tenga una doble faz, y que usted como empresario de buena fe, no haya caído en la cuenta de ello. Por eso le recomendamos, que investigue, que escuche, que descubra cual es la realidad palpitante de su empresa, para que la coherencia, entre la empresa que usted sueña y la que realmente es, sea una realidad. Claro que si usted es un empresario de mala fe siempre usará esa discordancia para tratar de engañar al mercado. Cuidado, que una empresa, al igual que las personas de doble faz, presenta un verdadero Talón de Aquiles.
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No persistas en mantener mal comunicados a tus colaboradores, por temor a enfrentar conscientemente la realidad de sus inquietudes en grupo.
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Por efectividad y por responsabilidad social
Hay, en el entorno, un ideal de mayor autonomía, menos presiones, más reconocimiento de derechos, mayor afirmación del sí mismo y menos control social. Aunque gran parte de esa misma sociedad ve con preocupante reflexión, cómo se incrementan los grupos en los cuales todo concepto de ordenamiento es atentatorio del derecho de la libertad, aunque esa propia libertad atente contra la libertad de los demás. E inclusive en grupos de jóvenes, hay quienes admiten que, en su proceso de formación se ha excedido en libertad para con ellos. En materia de regulación del uso de la libertad, la organización empresarial desarrolla un propio sistema cultural que se finca en el reconocimiento del derecho. Y si bien en el medio hay transformaciones culturales importantes, plausibles y debidas, no puede pensarse en que la empresa asimile esas transformaciones improvisadamente, so pena de afectar los procesos productivos desarrollados con base en un sistema tradicional de autoridad reconocida y respetada. Es claro que las empresas tendrán que ir apropiándose de modelos de su entorno, pero han de hacerlo de manera planeada, instrumentalizada con la formación y capacitación, las que tienen que jugar un papel fundamental, porque seguirá siendo válido el que los grupos humanos sin el acatamiento de un sistema reconocido de autoridad, tendrán enormes dificultades para el logro de sus objetivos En el nuevo orden social, la autoridad empresarial tendrá que ejercerse y aceptarse de acuerdo a las circunstancias de personas, tiempo, acciones y resultados, dentro de un continuum que irá, dependiendo del grado de madurez de las personas del grupo de trabajo, desde la orientación directa y normativa del Talento Humano hasta la facilitación del ejercicio laboral bajo responsabilidad propia y autónoma. Este es un proceso al que hay que apuntársele, pero es lento. La empresa, entonces, tiene que ser sabia en el manejo de la autoridad en esta nueva era, por efectividad y por responsabilidad social.
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¿Por qué crees que alzando la voz en un diálogo, puedes convencer más fácilmente a los demás?
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Conocimiento de la situación actual y definición del querer empresarial.
Mas esa sabiduría o conocimiento no va a fundamentarse en la intuición del administrador ni aún en lo que ha experimentado en su vida, ni en la suma de las experiencias de los administradores, sino en el reconocimiento concreto de la naturaleza de la autoridad, de su estado y de su forma de ejercicio en la empresa, tanto en su devenir histórico como en el momento del corte cronológico que ha de hacerse. Se ha dicho que el estilo de dirección es un sello personal de cada administrador acerca de la forma como usa la autoridad para obtener resultados. Es cierto. Pero le empresa, como organización, tiene que alinear esas prácticas individuales en torno a unos gruesos trazos que definan claramente su querer en materia de orientación de su Talento Humano; trazos dentro de los cuales puedan moverse los estilos individuales sin salirse de los márgenes dispuestos y sin coartar la adecuada iniciativa propia gerencial. Una vez conocido el estado de la autoridad, para observar la tendencia general existente en la organización, a través de la caracterización de los estilos de dirección individuales de las personas que tienen mando y definido los lineamientos del querer empresarial en relación con el uso de la autoridad, es preciso compararlos para reconocer la distancia que pueda presentarse o no, entre lo esperado y lo hallado. A partir de los hallazgos, sorprendentes las más de las veces, se inicia la tarea de actualización del concepto y del uso de la autoridad, que implicará reconocimiento y aliento de los estilos individuales cuyo perfil esté cercano al querer de la empresa o cambios en los que se alejen o estén en su extremo opuesto. Es tarea de ciencia. No ha de admitirse aquello de “es que aquí siempre lo hemos hecho así”. Porque uno continúa percibiendo, en pleno siglo XXI, mucha insatisfacción de la gente por la forma como es mandada.
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Tengo un comentario con respecto a: LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA ESTÁ DE LUTO. LA ACOMPAÑAMOS EN SU DOLOR el cual considero que es extensivo para todos los medios masivos de comunicación.
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Orígenes de la inconformidad de la gente con el mando.
Eduardo Press, también en internet, escribe que: “El arte de conducir, de liderar, de ejercer autoridad, están basados en el conocimiento, en la experiencia, en la capacidad para hacer participar a los otros, en la confianza propia y de los otros, en la motivación para hacerlo, en la capacitación…”. Aquí en estas dos citas bibliográficas encontramos algunos elementos para analizar cuál es el cambio del concepto de autoridad en el mundo de hoy y su influencia en la perceptible insatisfacción con el mando. Hoy es más fuerte la idea de la autoridad como servicio, no simplemente como poder, en función del crecimiento personal y de la organización, y en estrecha relación con el nuevo valor corporativo empresarial del trabajo en equipo y con las nuevas aspiraciones del hombre y la mujer de hoy: “Trabajar para vivir, no vivir para trabajar”, dentro de un nuevo concepto de libertad. Actualmente hay mayor ciencia, capacitación y profesionalización de los equipos humanos para orientar y realizar las tareas; hay búsqueda y alcances de mayor equidad en la vivencia de la relación laboral; hay una gran experiencia en la gama del ejercicio de la autoridad recogida y difundida por las ciencias del comportamiento humano; hay mayor capacidad y ansia de participación entre los aportantes; hay mayores anhelos de confianza reciproca; hay nuevas verdadera motivaciones de autorrealización y logros, autoestima y prestigio, autonomía y autocontrol. Todo ello, está haciendo que la fuerza de la razón esté sobre la fuerza de la amenaza, o de la sanción, y cuando es preciso el ejercicio de la disciplina, está orientado a facilitar los caminos de la autorreflexión y del cambio personal de comportamiento para hacer que ese crecimiento mutuo, beneficie a todos los aportantes del conjunto empresarial, tanto internos como externos. Sin embargo, hay orientadores y orientados que aún no responden a este nuevo concepto de autoridad y permanecen anclados en el pretérito.
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Periodista: Sin pruebas ciertas no puedes estar lanzando informaciones, por afán económico o por ganar lectores con sensacionalismo.
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¿Autoridad para crecer o autoridad para obligar?
Hemos comprobado que grupos de personas, llámese equipo de trabajo, comunidad, país, que han sido administrados-gobernados con rígidas disciplinas y que, de un momento a otro, son orientados con criterios de más amplia libertad en su actuar y en su expresión, caen fácilmente en manifestaciones anárquicas por la razón, que anotábamos anteriormente, de presumirse debilidad en la actitud del mando, o por la misma falta de preparación para dar el paso en la gama existente entre el autoritarismo y las orientaciones libertarias. Y el jefe-líder se debate en el dilema de: autoridad para crecer o autoridad para obligar. Los avances del conocimiento, de la tecnología y de los medios de comunicación, están nivelando por lo más alto las aspiraciones humanas de libre emprendimiento en todos los campos de su actividad. Todo rastro de dominio del hombre por el hombre no se revisa ya a la luz de la esclavitud o de la servidumbre, o de la supervisión misma, sino a la luz de los derechos fundamentales de libre desarrollo de la personalidad, de libre escogencia de la profesión, de la equidad y la igualdad de especie, de la autonomía y el autocontrol. Para muchos, estos derechos son idealistas pero van calando poco a poco en la conciencia del común y van tomando posiciones en las modernas estructuras legislativas laborales mundiales. Por ejemplo, las disposiciones estatales sobre el acoso laboral. Las empresas, entonces, están involucradas en un entorno cuyo reloj de aspiraciones de mayor libertad camina más veloz que el reloj empresarial de la definición, asunción y aplicación de estilos de dirección acordes con los nuevos tiempos. En este campo, las empresas no pueden quedarse ancladas al pretérito para seguir obteniendo sus resultados, sino que precisa de nuevos sistemas de buen gobierno para lograrlos.
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Cuando todo mundo incumple una norma, ¿tú terminas también por no cumplirla?
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Seguirá siendo humano
En lo público, el concepto abstracto del bien común y del Estado como un colectivo casi amorfo de ciudadanos, ha hecho, por ejemplo, que se cuestione más fácilmente el concepto de autoridad; se busque la igualdad, rasa hasta el desacato, en la relación con quien la tiene; se tenga, en el ejercicio del mando, actitudes permisivas, hasta lo delictuoso, o retaliadoras, porque se sabe que, con mucha facilidad, unas veces se puede tener el poder y otras, estar subordinado a él; se tomen decisiones que comprometan gravemente el futuro de los bienes del común, y se busque evadir los controles, porque, por lo general, no les ha tocado ni construir su patrimonio, ni les ha dolido un proceso de crecimiento lleno de vaivenes, o porque se conocen bien las argucias, las dilaciones, las componendas para evitar el juicio al que deberían ser sometidos por el pueblo o porque se sabe que, a quienes correspondería ser sus jueces, se pueden estar arropando con la misma cobija. En el sector privado las cosas son diferentes. La diferencia estriba en la cultura organizacional tradicionalmente más respetuosa de la autoridad, aunque hay claros avances hacia los nuevos conceptos: Ya van desapareciendo términos como recursos humanos y supervisores, empleados y operarios, superior y subalterno, mandato y subordinación, control y sanciones. Se prefieren los de Talento Humano y consultor, coordinador y colaborador, orientador y orientado, acuerdos y cumplimiento, autocontrol y disciplina formativa. Los administradores modernos de las empresas privadas han tenido que aprender, entonces, el arte de escuchar, de servir de consultores a sus orientados, de explorar las ideas de los demás, de invertir tiempo en considerar propuestas para la toma de decisiones, de buscar más consensos con sus colaboradores, de analizar, mutuamente, fortalezas y debilidades en sus comportamientos y convenir programas de mejoramiento continuado, de autocontrolarse, de utilizar la metodología disciplinaria como herramientas de autorreflexión y autocorrección y realimentación, con base en la información de retorno. Hay un modelo nuevo de administración, de buen gobierno, que está respondiendo a un esquema de mayor responsabilidad personal y grupal propia, como valor ético de la organización empresarial, por el mayor crecimiento o desarrollo de su Talento Humano. Pero que, en el proceso de obtener los resultados esperados del conjunto organizacional, seguirá siendo humano.
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¿La violencia verbal de las campañas políticas, contribuyen a la violencia física en las ciudades y campos de la Patria?
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La grandeza de la autoridad
Uno: Siempre habrá, en el devenir humano, un reconocimiento de la necesidad de la autoridad porque está implícito en su esencia. Nadie, entonces, borrará su legitimidad de la faz de la tierra. Dos: La autoridad moral, como reconocimiento por los demás de la calidad y la competencia de la persona con potestad legítima, dignifica y magnifica la práctica de la autoridad como poder, porque éste puede llegar a ser insuficiente y, aún, degradante por su derivación en modernas formas de esclavismo, debido a afanes humanos protagónicos soberbios. Tres: La magnanimidad de quien ejerce la potestad con autoridad legítima y moral, ennoblece y honra la acción de orientar grupos humanos hacia la consecución de sus objetivos integrales. Ella es el fundamento de la autoridad como servicio. Con base en esos tres elementos: reconocimiento, competencia y magnanimidad en su ejercicio, uno puede medir la inclinación de la autoridad empresarial hacia su preferencia, y juzgarla. Pero también esos tres elementos sirven de base para orientar el querer futuro de la empresa respecto al objetivo de la autoridad. Desde la iniciación del administrador en la empresa, durante su proceso de adaptación y en las diferentes fases de capacitación y desarrollo, tiene que insistírsele, recalcársele, en la grandeza de su autoridad soportada en aquellos tres elementos, si se quiere un buen gobierno empresarial. La empresa que entiende la autoridad en toda su grandeza tiene el camino expedito para dar respuesta, en todos los niveles de la organización, a las grandes expectativas modernas de su conglomerado humano.
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Si vuelves un hábito el incumplir y luego presentar excusas, nadie creerá en la sinceridad de ellas.
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El objeto de la autoridad
No. El único objeto de la autoridad empresarial es: Servir de orientación al equipo de trabajo para conseguir los resultados esperados de la organización a través de los recursos disponibles. Quien tiene la autoridad legítima ha de poner toda su inteligencia, toda su voluntad, toda su capacidad, toda su creatividad, todos sus valores, es decir, todas las potencias de su alma en la búsqueda de este único fin. Este concepto le da una nueva dimensión a la autoridad. Ante él, tiene que doblegarse toda pasión, todo afán egocéntrico, todo rasgo de vanidad, toda ambición individual soberbia, toda soterrada manipulación del ser, todo apetito de ira o de venganza o de gula de ilimitado poder. Porque la autoridad es para servir. Pero no para servir en el sentido del servilismo, de la falsa modestia, de la taimada actitud para ganar ingenuas voluntades, sino en el sentido absolutamente claro, translúcido, de SERVIR DE ORIENTACION. Hay una nave que llevar a feliz puerto por aguas bravas o tranquilas, entre vientos mansos o huracanados, con suave brisa nocturna o soles caniculares, con despejados horizontes o tormentosas tempestades y en la que el capitán sabio, humano y experto, centra toda su capacidad y potestad en orientar su tripulación calificada, responsable y solidaria, para juntos, alcanzar su propósito: Arribar.
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Los gestos vulgares que acostumbras hacer cuando te enojas, te restan autoridad.
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La legitimidad en el uso de los medios de la autoridad
El jefe-líder podrá tomar toda clase de decisiones dentro del marco que le establece el alcance de su autoridad, pero no podrá atropellar los derechos éticos, religiosos o legales de sus colaboradores. Podrá establecer la normatividad necesaria dentro del grupo para alcanzar su mayor efectividad, pero tendrá que hacerlo de conformidad con los parámetros del respeto a la dignidad del hombre y de la mujer que trabajan. Podrá aplicar la escala de disciplina formativa, cuando la normatividad no sea acatada, pero tendrá que ser celoso del cumplimiento del debido proceso, del reconocimiento del derecho que tiene cada colaborador de ser escuchado antes de ser sancionado, del cuidado extremo para que la sanción merecida cumpla el objeto de formar sin lesionar física ni síquicamente a quien debe cumplirla. Podrá señalar los riesgos a que se someten quienes no alcanzan los niveles de rendimiento esperados, pero no podrá utilizar el chantaje como forma de lograrlos. Podrá determinar los sistemas de compensación moral, salarial o no salarial, pero no podrá ir en contra de los principios de justicia y equidad al tasarlos o aplicarlos. Podrá determinar la ubicación del trabajador en un puesto de trabajo, pero tendrá que garantizar un medio con las condiciones ambientales dignas, propias de su naturaleza humana. Podrá ordenar, pero no podrá irracionalmente insistir en una orden equivocada o doblegar las voluntades de sus colaboradores por el solo capricho de hacer sentir su poder. La autoridad como servicio, tendrá su máxima expresión en aquellos ambientes empresariales en los cuales se desarrollen estilos participativos de dirección, mientras que se reducirá a su mínima expresión, que rayará en lo esclavizante, en ambientes empresariales donde campee el autoritarismo y la tiranía del jefe.
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Cuando cometas un error en tu trabajo, no lo escondas, es peor que sea descubierto por otro.
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